miércoles, 13 de abril de 2011

Y ahora, tras los colegios bilingües, Aristo-institutos.

Otra reflexión cojo..... del compañero Felipe.

Esto se anima, os invitamos adejar comentarios y mandar nuevas reflexiones para el blog.


Cuando se establece que el sistema educativo es un modo de perpetuar las estructuras sociales (suena un poco marxista ,pero es así),ya podemos aceptar cualquier cosa que permita compartimentar la sociedad en castas.
La escuela pública que surge en el S. XIX tiene un carácter interclasista (leer "Corazón " de Edmundo de Amicis) Allí ,los hijos de obreros se sientan con los de los comerciantes y los banqueros, bajo la paternal protección de un maestro socialista que les ilustra y comprende.El ideal era acercar unas clases a otras, fomentar la cooperación, tender a la igualdad. ¡Sueños utópicos!Hoy , la igualdad está denostada . Nadie quiere que su hijo tenga las mismas oportunidades que los demás( escuela igualitaria) sino más oportunidades que los demás. Que sepa más inglés, más informática, más de todo. Se piensa que la escuela es el primer peldaño en esa larga escalada que es el éxito profesional. El colegio de los hijos es una inversión más, como las acciones de telefónica.En definitiva esto ya no es educación es adiestramiento, crear jóvenes tiburones como sus padres con largos y afilados dientes para conseguir el primer puesto de la promoción, el mejor currículo...
Lo peor de todo es que esto, además de ser siniestro, es falso. El ser humano necesita encontrar en la educación valores para vivir, para intentar ser feliz, para saber qué hacer con el tiempo de que disponga. Debe aprender a cooperar incluso para ser un buen ejecutivo, debe saber escuchar para ser un buen jefe, debe saber tener criterio para ser ciudadano. Debe ir a una escuela que sea reflejo de la sociedad en la que vive: heterogénea, plural, con luces, con sombras, con conflictos, con frustraciones, con trabajo , con alegría, con algún llanto .Debe y puede aprender de sus maestros pero sobre todo de sus iguales. Todo lo contrario de lo que se hace en esos centros elitistas, que copian lo peor de las escuelas sajonas y nada de lo mejor.Centros donde se incentiva superar a los demás en lugar de a sí mismo. Donde todo se mide en coeficientes, como si la educación fuera una ciencia empírica. Todo para preparar al alumno para esa futura entrevista fatídica donde se jugará su futuro… ¿Empezarán a impartir créditos desde el parvulario?

¿Y cuando acaben sus estudios, estos brillantes alumnos, qué serán? ¿Harán un máster para conocer la otra cara de la luna? Harán como la canción de Lou Reed :take a walk on the wild side.
Como dijo otro cursi pseudohistoriador: ¡Qué error, qué inmenso error!
Felipe Gutiérrez.


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sábado, 9 de abril de 2011

UNA SIESTA DE DOCE AÑOS

Interesante artículo, que ayuda asubir un poco la moral en estos tiempos de bombardeo continuo a la figura del maestro/a. Necesitamos más periodistas de este estilo y que menos como Sostres (al que ni me molesto en leer y mucho menos pagar por un periódico que mantiene un personaje así en su nómina)

Carles Capdevila / Periodista ( Avui , 25 de octubre 2009)

Educar debe de ser una cosa parecida a espabilar a los niños y frenar a los adolescentes. Justo lo contrario de lo que hacemos: no es extraño ver niños de cuatro años con cochecito y chupete hablando por el móvil, ni tampoco lo es ver algunos de catorce sin hora de volver a casa.


Lo hemos llamado sobreprotección, pero es la desprotección más absoluta: el niño llega al insti sin haber ido a comprar una triste barra de pan, justo cuando un amigo ya se ha pasado a la coca.


Sorprende que haya tanta literatura médica y psicopedagógica para afrontar el embarazo, el parto y el primer año de vida, y que exista un vacío que llega hasta los libros de socorro para padres de adolescentes, esos que lucen títulos tan sugerentes como Mi hijo me pega o Mi hijo se droga . Los niños de entre dos y doce años no tienen quien les escriba.

Desde que abandonan el pañal (¡ya era hora!) hasta que llegan las compresas (y que duren), desde que los desenganchas del chupete hasta que te hueles que se han enganchado al tabaco, los padres hacemos una cosa fantástica: descansamos. Reponemos fuerzas del estrés de haberlos parido y enseñado a andar y nos desentendemos hasta que toca irlos a buscar de madrugada a la disco. Ahora que al fin volvemos a poder dormir, y hasta que el miedo al accidente de moto nos vuelva a desvelar, hacemos una siesta educativa de diez o doce años .

Alguien se estremecerá pensando que este período es precisamente el momento clave para educarlos. Tranquilo, que por algo los llevamos a la escuela. Y si llegan inmaduros a primero de ESO que nadie sufra, allá los esperan los colegas de bachillerato que nos los sobreespabilarán en un curso y medio, máximo dos. Al modelo de padres que sobreprotege a los pequeños y abandona los adolescentes nadie los podrá acusar de haber fracasado educando a sus hijos. No lo han intentado siquiera.

Los maestros hacen algo más que huelga o vacaciones, y la educación es bastante más que un problema.

Pido perdón tres veces: por colocar en un título tres palabras tan cursis y pasadas de moda, por haberlo hecho para hablar de los maestros, y, sobre todo sobre todo, porque mi idea es -lo siento mucho- hablar bien de ellos.

Sé que mi doble condición de padre y periodista, tan radical que sus siglas son PP, me invita a criticarlos por hacer demasiadas vacaciones (como padre) y me sugiere que hable de temas importantes, como la ley de educación (es lo mínimo que se le pide a un periodista esta semana).

Pero estoy harto de que la palabra más utilizada junto a escuela sea 'fracaso' y delante de educación acostumbre a aparecer siempre el concepto 'problema', y que 'maestro' suela compartir titular con 'huelga'. La escuela hace algo más que fracasar, los maestros hacen algo más que hacer huelga (y vacaciones) y la educación es bastante más que un problema. De hecho es la única solución, pero esto nos lo tenemos muy callado, por si acaso.

Mi proceso, íntimo y personal, ha sido el siguiente: empecé siendo padre, a partir de mis hijos aprendí a querer el hecho educativo, el trabajo de criarlos, de encarrilarlos, y, mira por donde, ahora aprecio a los maestros, mis cómplices. ¿Cómo no he de querer a una gente que se dedica a educar a mis hijos?

Por esto me duele que se hable mal por sistema de mis queridos maestros, que no son todos los que cobran por hacerlo, claro está, sino los que son, los que suman a la profesión las tres palabras del título, los que mientras muchos padres se los imaginan en una playa de Hawai están encerrados en alguna escuela de verano, haciendo formación, buscando herramientas nuevas, métodos más adecuados.

Os deseo que aprovechéis estos días para rearmaros moralmente. Porque hace falta mucha moral para ser maestro. Moral en el sentido de los valores y moral para afrontar el día a día sin sentir el aprecio y la confianza imprescindibles. Ni los de la sociedad en general, ni los de los padres que os transferimos las criaturas pero no la autoridad.

¿Os imagináis un país que dejara su material más sensible, las criaturas, en sus años más importantes, de los cero a los dieciséis, y con la misión más decisiva, formarlos, en manos de unas personas en quienes no confía?

Las leyes pasan, y las pizarras dejan de ensuciarnos los dedos de tiza para convertirse en digitales. Pero la fuerza y la influencia de un buen maestro siempre marcará la diferencia: el que es capaz de colgar la mochila de un desaliento justificado junto a las mochilas de los alumnos y, ya liberado de peso, asume de buen humor que no será recordado por lo que le toca enseñar, sino por lo que aprenderán de él.

miércoles, 6 de abril de 2011

Promoción de colegios bilingües en la CM

AQUÍ OS DEJO UN ARTÍCULO ESCRITO POR NUESTRO COMPAÑERO FELIPE, CON EL QUE ESTOY TOTALMENTE DE ACUERDO. SERÍA UN TEMA A REFLEXIONAR Y TRATAR EN LA PLATAFORMA


Veo con asombro la campaña de promoción de los colegios “bilingües” de la Comunidad de Madrid. En ella se ve a unos niños monísimos que dicen que gracias a la educación recibida en estos centros podrán ser de mayores…pilotos, diplomáticos… Ahora falta que se diga en otros carteles que los que vayan a los otros colegios monolingües y pasados de moda serán parados, marginados sociales, drogadictos o gentes de mal vivir. ¡Pobre escuela pública! Y pensar que fue el sueño de aquellos regeneracionistas, pedagogos, científicos de los años treinta…Y ahora vemos a los niños estudiando las ciencias sociales y naturales en inglés macarrónico…¿Cómo preguntarán sus dudas? ¿Cómo sintetizarán, resumirán, investigarán… en un idioma que sólo oyen unas horas en el colegio? Se dedicarán al colorea, recorta y pega tan de moda años atrás… y a aprender en casa con sus padres (los que puedan) aquello que la escuela ya no enseña. Aquellos ilustres pedagogos de la Institución Libre de Enseñanza, de la Junta para la ampliación de Estudios, ¡Claro que aprendían y enseñaban inglés, alemán y francés… pero por ello no se planteaban rebajar hasta el absurdo los aprendizajes básicos de la escuela...! Hoy un profesor es estupendo si tiene un buen nivel de inglés… Si está habilitado se dice. ¿Pero es esto suficiente para ser un buen profesor de geografía, de ciencias naturales, de historia o de biología…? Me temo que no. Para introducir un fármaco en el mercado, es preciso antes experimentar con ratones, hacer controles, y al cabo de años éste se usa o se tira a la basura. En educación, no. Basta que un ingenioso político o pedagogo de cámara saque una ocurrencia y ese mismo año se pone en funcionamiento. Luego los resultados ni se evalúan ni se conocerán nunca. La sociedad deseosa de unas escuelas divididas en castas donde los ricos estén con los ricos, los guapos con los guapos y los pobres con los inmigrantes… aplaude y se muestra encantada con que su retoño vaya a un colegio del que con un poco de suerte saldrá con un futuro… ¿perfecto o imperfecto? Y mientras los profesores ¿qué decimos? ¡Nada! Nos resignamos a las leyes de la oferta y de la demanda, a pesar de que en nuestro fuero interno decimos aquello tan cursi de Ortega y Gasset… “No es eso, no es eso…”



Felipe Gutiérrez Fernández. Profesor de Enseñanza Primaria en un colegio todavía no bilingüe | Rivas-Vaciamadrid